No Iba buscando nada triste,
nunca lo busco, todo lo contrario. Siempre he tratado de huir de la pena, de
todo lo oscuro e intento compensarlo con
la búsqueda de placer en todo lo que vivo. Pero la vida te inunda de paradojas y
siempre viajo a una misma ciudad, a la
vieja Lisboa, luminosa, anárquica y decadente, quizá como mi alma a medio
construir.
Lisboa, es la ciudad donde vamos
los que buscamos el mar, la luz, la vuelta a lo real, los costumbristas
crónicos y universales, los que huimos del ruido, los que hallamos
hogar en sus platos con sabor a océano y los que sin saberlo, necesitamos
reconciliarnos con algo, quizá con nuestra saudade,
esa que pasamos la vida intentando evitar…
Así, en una de estas, llegué
a una tasca de la Alfama una noche de domingo y entre ginjas y quesos, la luz
se volvió tenue mientras empezaron a afinar las guitarras y los camareros se
apresuraban a servir las mesas antes de que Carolina, bajo la mirada profunda
de Amália Rodrígues, rompiera el silencio con su voz quebrada, tan bella y
joven y con todo el peso de la nostalgia portuguesa en su mirada. En el movimiento de sus manos dejaba escapar al
mundo todo el dolor y la rabia por lo perdido en las cantinas entre los
marineros y los vecinos de la Mouraria. Con una emoción incontenida y a punto
de atragantarme con un trozo de carnaza, dejé la comida a un lado y decidí abandonarme
a las copas de vino y escuchar fados hasta que nos echaran, ya de madrugada…
Del fado es misterioso todo, hasta su origen, o morisco o
proveniente de las colonias brasileñas incluso persas, no está claro, pero fue
en el siglo XIX cuando se instituiría en los marginales corazones de las mujeres y de los marineros que buscaban consuelo en
los brazos ajenos y en los acordes de las guitarras portuguesas o cítaras.
El Fado, se pierde en categorías a la vez que se hace rico y
universal, (Fado menor, Fado
Castiço, Fado Vadio o Vagabundo,
aristócrata, corrido o pintadinho… ) Un mundo de voces, rituales, acordes y letras tan
exquisitas como el legado sentimental del país luso. Aristócratas, prostitutas, marineros,
comerciantes….deciden sucumbir al devenir, al Fatum (destino) como el que sucumbe a una muerte dulce de vino de Oporto
y se adentra lentamente en el mar.
O Fado nasceu um dia,
quando o vento mal
bulia
e o céu o mar
prolongava,
na amurada dum
veleiro,
no peito dum
marinheiro
que, estando triste, cantava,
que, estando triste, cantava.
Yo, que siempre busco lo
luminoso, lo alegre de la vida, llegué por casualidad a esta cantina de la
Alfama, un domingo de otoño y allí me atrapó el fado y ha abierto una ventana
emocional sin retorno.
Iba buscando la luz de
Lisboa, las postales desde sus miradores de azules losetas y al encontrar la canción más triste del
mundo, sin yo buscarla, sino todo lo contrario, no pude sentir más alegría.
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