miércoles, 22 de diciembre de 2010

Suertes varias II


No me tocará “el gordo” pero tengo serias razones para pensar que soy afortunada. Aquí las enumero y que conste que el orden de los factores no altera el producto, eso es así. Allá voy:

1- Tenemos lo más importante, salud. A pesar de mis achaques: comienzo de artritis, extrañas alergias, quemazón en la piel, pérdidas de memoria temporales, locurones repentinos, a pesar de ver menos que pepeleches... estoy como un roble.

2- Una buena familia. Nos queremos y apoyamos. Estamos mas idos que batallón, y cuando nos juntamos se lía el pitoste, a veces. Pero nos gusta mucho comer, beber y reírnos de todo juntos.

3- Vivo con un artista al que admiro y si le digo que quiero ser astronauta cree en mí. Aguanta mis chichadas y viyueladas, locuras en definitiva. El siempre está, hasta cuando no está, está mas que nunca. Sigue los consejos de Supernanny para sobrellevarme. Me llena la casa de discos y me lleva a todos los sitios a los que la música le lleva. Eso es suerte.

4- Conservo a mis amigas de la infancia, amigos de verdad. Siempre volvemos a los sitios comunes.


5- Me apasiona la música, ir a bailar, hacer fotos, comer de todo y beber también me gusta algo. Pasear, ir al campo, ver pelis tontas, escuchar historias, me gustan las bandas de pueblos y los pasodobles, ponerme vestidicos, las fiestas de barrio, volver a mi casa los viernes de invierno, me chifla viajar y ser pequeña cuando viajo, disfrutar de mis dos sobrinos morenetes. Me gusta que me gusten tantas cosas.

6- A veces me pongo triste, sufro, tengo miedos y lloro y cuando lloro me pongo muy fea y se me pone nariz de Fofito. Me da fiebre cuando la sensibilidad me traiciona. Pero si lloro es porque algo me pasa y si me pasa algo es porque estoy danzando. Y luego me levanto y me echo mis risejas, me lavo la carica y se me olvida lo malo. Eso también es suerte.

7- Me despierto cada mañana con el pelo rizado tipo Angola, de la humedad, pero desde la ventana del baño podemos ver la Alhambra y no me canso de mirarla. Esa es otra razón.

8- Y porque disfruto comiendo sardinas en la playa y comiendo churros con chocolate.

9- Porque siempre pienso y siento que lo mejor está por llegar.

10- Pero sobre todo, tengo suerte porque creo que tengo suerte, hasta cuando no la tengo. Y tengo suerte de que eso no se me olvide nunca.

Así que no saldré en la puerta de ninguna administración de lotería bebiendo sidra a las 12 de la mañana, me lo beberé en mi casa porque esto habrá que celebrarlo de alguna manera, digo yo!

Enhorabuena a los premiados y los que tenéis suerte, también...

jueves, 11 de noviembre de 2010

Brighton


Hace unos cuantos años, un 27 de septiembre, me fui a Brighton a estudiar con una beca Erasmus. Era la primera vez que me iba tan lejos, y la despedida en Barajas fue bastante traumática, tanto que mi padre, emocionado el hombre, me dio un mordisco en el moflete como lo hubiera hecho un conejillo. Con la pena y la marca de los dientecinos en mi cara, burlé el control de seguridad y el miedo que llevaba encima.

Llegué a Londres, cogí un tren a Brighton y por fin aparecí en el campus de Falmer. Era de noche ya, llovía y hacía mucho frío. No encontraba mi casa, y no podía tirar del maletón con los 20 kilos de sobrepeso. Por fin, tras llamar a veinte casas distintas encontré el que sería mi hogar durante 9 meses. Me abrió un chico alemán y ya no lo vi nunca más. No había nadie mas en aquel bunker de East Slope. En mi habitación la bombilla estaba fundida, y lo que pude intuir fue una araña peluda correteando por la moqueta. Teniendo en cuenta que le tengo pánico a estos bicharracos, y más si son ingleses y peludos.... Yo quería salir por patas. ¡Pobre Chicha! Quería volver, volver a casa, a mi cama, con mi gente, a las calles de Granada, a Baeza.... Me metí en la cama y lloré hasta que me quedé frita. El sol anaranjado del sur de Inglaterra me despertó a las pocas horas...

Las cosas con luz se ven de otra manera. Llamaron a mi puerta y allí estaba mi ángel de la guarda, Jen, una chica de Londres cuatro años menor que yo, tan dulce, tan blanquita y chapurreando español. ¡Yo me alegré de verla tanto! Sabía que ya no iba a estar sola, que ella era de las mías, y no me equivoqué en absoluto... Desde mi ventana se veía un prado verde y unas vacas pastando. ¡Mi habitación era bonita de día! Y ya empezaba a ilusionarme la idea de vivir sola en otro país.

Empezaba el curso y los papeleos, matrículas, aplicattion forms... y aquí comenzaron mis problemas. Mucha maleta y jamón embutido, pero menos papeles que una liebre...Gracias a mi coordinadora en Sussex, la entrañable Sue Catt, las cosas se solucionaron, pero ya ni Dios me quitaba el Sambenito de desorientada que poco a poco no hice más que afianzar. El día que volví a España, Sue soltaría sus lagrimillas mientras me abrazaba todo oronda ella...

Solucionado el papeleo, empezaba lo bueno: conocer la ciudad, las clases y a gente de todo el mundo. Cada día era más feliz allí, me encantaba madrugar, la lluvia, las clases de inglés, el campus, mi residencia, los mil tipos de chocolatinas, la muchachada internacional, las nuevas costumbres, mis compis de bunker, cenas interculturales, el pier, los acantilados de Seven Sisters donde Jimmy paseaba su lambretta en el verano del 64... Casi todo. Y digo casi porque las arañas peludas nunca llegaron a gustarme. Me hacía con los horarios tempraneros, los fríos, las llaves de la luz, los sitios bonitos donde escuchar música o ver pelis cerca del paseo marítimo, las tiendas de segunda mano, las de discos en las encantadoras lanes. Empecé a conocer las líneas de autobuses y los sitios bonitos cercanos, los trenes rancios, las iglesias y granjas en pueblos con pequeños salones de te... Empecé a disfrutar de la cultura inglesa.

Y pasaron los meses y casi llegaba el verano. ¡Cómo me gustaban las barbacoas en los jardines con vista al mar, o en el campus, o en la playa! Ahhhh, e ir a Flea Market en busca de viejas glorias sonoras, y descubrir nuevos discos y ver pelis de Brighton en Brighton, como la metafísica del lugar presente. Disfruté desde la tranquilidad, la ingenuidad del aprendiz, como una esponja ávida de nuevos sonidos, olores y amores.

Ahora pienso en volver y enseñarte todos mis rincones favoritos. Se que te encantará y que te volverás loco con tanto disco. Se que tomaremos fish and chips mirando al West Pier y cuando el frío nos corte la cara, nos tomaremos un te a la luz del sur de Inglaterra...

viernes, 29 de octubre de 2010

ONCE (Una vez)





Ayer vimos una película que nos encantó. Once, de John Carney. Seguramente llego más tarde que el AVE a Teruel y muchos la habéis visto 20 veces por lo menos, ya que tiene 5 años y una no va mucho al cine, por desgracia...

No quiero desvelar mucho, la descubrimos gracias a la recomendación de Mabel a la que le he pedido que siga recomendando cosas así de bonitas. De las que te cambian un poco la vida incluso...

Si tenéis un ratico y ganas, de verdad que la recomiendo. Habla del amor, de la soledad de una ciudad gris como Dublín, habla de oportunidades, de belleza y de sencillez. Todo esto con una mágica naturalidad, sin pretensiones de ningún tipo, de gente corriente y eso la hace mágica y enorme en la pantalla del ordenador o de la televisión o del cine, da igual. Todo esto, bañado por preciosas canciones, canciones y amor , amor y más canciones...

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Numidio Quadrato


Elegimos la ciudad eterna para celebrar tus 32 veranos y fuimos en busca de belleza, romanticismo y para quizá, intentar empaparnos de esa inmortalidad que ha hecho a Roma grande en el tiempo.
En el avión nos emocionamos como siempre, aunque mi repentino miedo a las alturas pone en duda que en un tiempo no muy lejano quise ser azafata de vuelo pero me tranquilizas durante el despegue y así puedo disfrutar de las espectaculares vistas de Córcega y Cerdeña desde las alturas, leemos la guía y nos preguntamos si nos dará tiempo a verlo todo, sabemos que no. El viaje es agradable y la ilusión crece conforme nos elevamos en el cielo. Aterrizamos y nos hace gracia el acento italiano, y los italianos en sí, se que los imitaremos sin parar…

Te preocupas por mi rodilla que parece una bota de vino y por ayudarme con la maletilla hasta llegar al hotel, que por cierto estaba en en el Bronx de Roma , en un barrio cerca de la Cinecitta , la Roma popular con vida propia, nos gustan los contrastes y era el hotel más bonito, barato y acogedor que vimos, por lo que los 15 minutos en metro sabíamos no nos pesarían en absoluto.

Nos recomiendan no parecer viajeros, pero es que no lo podemos evitar: cámara de fotos al cuello, blancos hasta ser raros, con los sombreretes para no quemarnos (que el médico sabes nos lo tiene prohibido) las chanclas, el planillo de Roma y las dos guías, el agua, la crema solar del 50… somos carne de cañón para carteristas y “menú turista”, pero no nos dejaremos engañar fácilmente.

Nos tiramos a sus calles sin miedo a nada. Roma sufre en agosto la invasión por parte de turistas rojos como salmonetes y sombreretes de paja venidos de todo el mundo, al parecer, de excursión a un huerto ecológico. Pero el Imperio contraataca con un 85% de humedad relativa y 35 grados a la sobra aunque la fortaleza del viajero es sobrenatural y puede con el cansancio, las temperaturas extremas, sed y las rozaduras de exploradores urbanos que somos.

Improvisamos y nos dejamos querer por sus múltiples posibilidades, recorremos las plazas con sus fuentes barrocas que nos invitan a descansar. Nos perdemos por sus calles decadentes salpicadas por infinitas trattorias que llenan de color y olor a comidas las viejas y mudas casas.

Descubrimos tiendas de segunda mano cerca del Campo Di Fiori y el olor rancio de sus vestidos y zapatos hacen que pensemos que Roma siempre ha sido alegre y bella. Nos emocionamos en cada pequeña plaza tímidamente iluminada bajo la luna casi llena, con cada pedazo de historia elegantemente derribado en los caminos de Roma y nos fascinará como conviven los tiempos en forma de arte y belleza.

Pero recordaremos siempre los anocheceres en el Foro, donde nos daba por filosofear y tomar conciencia de los pequeños que somos antes tanta gloria presente y pasada. Nos sobrecogen las columnas huérfanas de la época de Constantino y nos imaginamos la Roma Republicana y hablamos de la belleza, política y libertad…hasta que el cuerpo vence al alma y nos llama a la mesa de manteles a cuadros rojos y blancos en cualquier esquina de Trastevere.

Correremos para subirnos al Tranvía desde las ruinas de Argentina para llegar a la plaza de Sta María del Trastevere y allí desfrutaremos de la Roma neorrealista de Visconti o Fellini. Veremos a los vecinos descamisados hablando en la calle hasta altas horas de la noche, las vespas aparcadas en las callejuelas y nos imaginamos recorriendo la ciudad en una de ellas, sonreiremos al paso de italianos aduladores, tomaremos un helado bajo la luz anaranjada de la bella Roma y querremos quedarnos allí para siempre…

Conoceremos la Roma cristiana, barroca, imperial, neorrealista, decadente y elegante a la vez, mil caras y un mismo hechizo. Me quedo con la promesa en una moneda de 20 céntimos, unas fotos, unos mejillones al vapor, un mercadillo de Portaportese en busca de viejos tesoros. Me quedo con tu cara en las ruinas, con las porciones de pizzas, los atardeceres, con la emoción en el Panteón , los cappuccinos en el desayuno , me quedo con Roma su caos armónico , calles sucias, autobuses gratuitos, escenas de películas antiguas y todo eso para siempre y contigo de la mano…

lunes, 19 de abril de 2010

Domingueros


A las siete de la mañana de un domingo de abril con el cielo encapotado y las mochilas preñadas de buenas viandas, llegamos al punto de encuentro donde viandantes y autobús nos esperan para empezar la ruta de Sierra Morena que organiza la asociación “amigos de las vías verdes” de la que mi padre es veterano socio. Hoy, como otras veces, hemos decidido acompañarle seducidas por la belleza del recorrido y pasar un día en buena compañía.
Vamos bien preparados, llevamos chubasqueros para afrontar el 85% de probabilidad de lluvia que el portal de Maldonado prevé para esas sierras del norte de Jaén, llevamos mochilas cortesía de ron Cacique, JB y demás caldos ociosos. En mi casa nadie sabe de dónde han salido pero me hace dudar de nuestra profesionalidad como deportistas en general y senderistas en particular, pero aún siendo patrocinados por sobrios néctares, calzamos buenas botas, fuerzas, hambres y ganas y con eso hay bastante.
En el autobús parecemos alumnos de E.G.B, tenemos ganas de llegar al punto de partida en la ermita de San Ginés dónde bajo las romántica sombra de un cortijo en ruinas nos comeremos el trozo de pan con aceitico y tomate, todo un clásico de estas salidas al campo.
Con el estómago campante, emprendemos el camino viejo hacia la ermita de la Virgen de la Cabeza. Amenazan nubarrones y el gris del cielo favorece los colores primaverales, las jaras blancas y rosáceas parecen candelillas en una acuarela de increíbles verdes y los quejidos, encinas, lentiscos y sauces conforman una pasarela natural por la que nos irá atrapando Sierra Morena.
Es mágico, huele a romero, hinojos y a jaras y mi padre se ha situado a la cabeza de la expedición, es difícil seguirle el ritmo, normal estando patrocinadas por JB…pero nos dejamos embaucar por la idea de ver a algún lince en las entrañas de la sierra.
Empieza a llover, y recordamos las etapas del Camino de Santiago, yo a veces, me quedo rezagada y me obsesiona la idea de ver entre los pedruscos a un lince ibérico, que serán como Chicho (mi gato obeso al que le flipan los donetes) pero en guapo y elegante.
No hay suerte y no me encuentro con ninguna bestia parda, ni animales en peligro de extinción pero el paisaje, la lluvia y ver a mi padre hecho un chaval, me alegran por momentos.
Llegamos al santuario y solo pensamos en tomarnos un cervezón fresquito que los 14 km de “rompepiernas” bien lo merecen, estamos emocionados por las vistas y por la meta alcanzada. Nos tomamos un par de cervezas junto a otros amigos de los viejos verdes, perdón, de las vías verdes (suelo hacerle esta broma facilona a mi padre…) y decidimos ir a ver a la Virgen de la Cabeza que tanto fervor despierta.
En la puerta de la ermita hacemos media hora de cola para pasar al camarín de la virgen, vamos un poco chispados por las cervecillas y las ganas con las que nos las hemos tomado, y la verdad no soy muy religiosa pero llega la hora de entrar y un coro de fieles con guitarras corean a “la morenita”. Una extraña emoción me traiciona y desconcierta al entrar al camarín, supongo que al ver a gente depositando flores y esperanzas por igual y ese extraño silencio roto por el respeto y devoción. Es antropología pura, y mi hermana, como buena historiadora que es, nos relata un episodio sangriento acontecido en el cerro durante la guerra civil, nos habla del Capitán Cortés y que está enterrado allí y de que es un sitio de especial magnetismo.
Entre historias, exvotos, bombardeos de guerras y devotos, empezamos a buscar un sitio entre las piedras escarpadas para comernos el bocadillo de tortilla de espárragos y a descansar un poco.
Casi es la hora de volver al autobús que nos llevará exhaustos a casa, compartimos con los compañeros de ruta impresiones, cansancios, bromas, sensaciones y el amor por el senderismo y los parajes naturales.
Ha sido un día especial, nadie ha visto a un lince pero en la bajada un perfecto arcoíris nos custodia como un pórtico de colorido, el colofón para un día perfecto de lluvia y flores, de domingueros humildes y devotos, de cervezas agradecidas, de veteranos que llegan los primeros, me gusta a mí esto de colgarme la mochila y levantarme a la hora que me suelo acostar los sábados para dejarme enamorar por las sierras y por sus gentes, hacer un picnic coronando una colina, sentirme tan pequeña ante tanta belleza, me gusta a mí esto de tener agujetas…

jueves, 25 de marzo de 2010

Serranos y conguitos


Tengo la osadía de pasearme por la calle Serrano y entrar en sus elitistas comercios, con unas Ray Ban imitación de seis euros del carrrefour, con las que quemaré mis claras córneas y ocultaré mis ojos que se despliegan como acordeones al ver los desproporcionados precios que discretos lucen en los escaparates “barriosalamanqueros”
Un vestido para cóctel , ¿ Pero eso no es lo que uno pide cuando va a Canarias o a Benidorm en verano? Pues no, hay vestidos para eso y cuestan unos 2000 eurazos. Yo pienso en 4 mensualidades de alquiler, o en 18 compras de las buenas en Mercadota, o un viaje a Nueva York o una camaraza de fotos, un regalo para mis padres …pero no en un cóctel.

Estoy en otro nivel, pero hago de tripas corazón, reprimo mi miedo y decido entrar a Louis Vuitton. Pienso, ¿notarán que soy de pueblo y que no me podría permitir ni la peluca del maniquí? Que por cierto, vaya pelazo…Me siento insegura y justo me doy cuenta de que llevo zapatos de tacón y voy bien vestida, aunque en el bolso asoma una bolsa del “ Día” donde llevo mi selecto menú que procederé a comerme en la Plaza de Colón con el resto de currantes, ya que el selecto Kabuki me pilla tan cerca y a la vez tan lejos…
Decido entrar, despistada, pues no he estado nunca y no se bien para donde tirar. Frente a mí unas escalinatas de madera vieja satinadas me invitan galantes a elevarme al paraíso del glamour. Titubeando subo y suspiro un tímido buenas tardes nos de Dios…

No ha pasado nada, creo que he manchado algún bolso de conguitos, pero no creo que lo noten, tampoco que soy de pueblo y que llevo el tupper en el bolso, y si lo notan estaré tan orgullosa de ser como soy, con mis medias con pelotillas y mi tupper lleno de cariño.
Pero paseo por las calles del barrio admirando su belleza, limpieza, el trasiego de personas con corbata, que bien tiene su utilidad para afianzar status como para, en un momento determinado, colgarse en un árbol del Retiro.

Bonitas moradas del Madrid señorial que Isabel II puso en marcha a mediados del siglo XIX. Me emociona el Retiro y la imperiosa Puerta de Alcalá, los techos altos, las maderas rugiendo bajo mis pies, me impresionan los coches caros, las gafas enormes que pasean incógnitas por las avenidas, las alfombras rojas…

M permito tomar un capuchino en el Bibey Café y me limito a escuchar conversaciones ajenas, hablan de perros canijos y de un cierre de trato en Perú…observo desde fuera el mundo de las finanzas, el estrés, los maletines de piel, el botox, madre mía, la gente no quiere morirse! Yo tampoco, así que me pongo mis cascos, suenan los Pernice Brothers y una canción que me recuerda a ti, a nuestra tranquilidad, nuestros tupper y bonos de metro, habla del amor y de las cosas sencillas.

Mientras, me detengo en una joyería y me siento como Audrey, con sus ray ban negras y su tupper con diamantes…

lunes, 15 de marzo de 2010

Bailarina



Bailarina

¡Todos al paro! Por favor, los jóvenes y las mujeres primero, que somos muy gentiles. ¡Qué digo yo! ¡Nooooo! Las mujeres que se queden que para eso les pagamos un 25% menos del salario, y a poder ser, que estén buenorras, solteras y sin hijos; y lo de la carrera da igual, son muy listas y aprenden pronto, y además están tan bonicas en sus poltronas...

Así me despierto de un sueño. La obra de Vizcaíno Casas ahora es una cruda realidad y yo soy una joven de 30 años, licenciada, en paro y sin estar demasiado “buenorra”. En mi casa somos cinco mujeres, por lo que padre, el pobre, siempre se ha definido como “feminista” sin abordar a fondo el sentido y significado del concepto. No sé si sería un mecanismo de defensa ante tanta fémina o una profunda preocupación por posibles desigualdades e injusticias que el “patriarca” del clan atisbaba ya desde antaño.
No iba desencaminado, y un embarazo fue el culpable de un despido improcedente en la familia, el retiro laboral durante años para poder criar al polluelo. Renunciar para criar, y así lo hizo. Y ahora es demasiado mayor y no está actualizada, por lo que es la madre de una feliz y bien criada niña PERO piensa que le gustaba su trabajo y era muy buena y que cuando el polluelo vuele, recordará sus años mozos y le contará a sus nietos que ella era una mujer lista y que sacó de apuros a la empresa que le dio un puntapié y directa la lanzó al larguero laboral. O se lamentará de no haber nacido en Suecia o Dinamarca, no por el hecho de ser una rubia de descapotable, sino porque allí en las latitudes norteñas son sensibles y justos y no hay que elegir entre ser madre o trabajadora...

Mi madre fue madre cuatro veces, renunció a sueños de costurera y bailarina; ahora cose para su nieta y baila al son de los anuncios de la televisión, a ella hemos pensado alzarle un monumento en el salón de la casa pero nunca lo hemos hecho.

Sigue siendo guapa y graciosa, detallista, inteligente, sensible y fuerte a la vez, una cocinera diez, buena madre y buena esposa, vecina valedera... Pero no fue costurera, ni le pagaron por hacer los trajes más serafines de la vereda o por hacer esfuerzos cada sábado en el mercado para poder comprar lenguados...
Es una mujer fuerte y lista, con sentido del humor, algo despistada... Quién sabe a lo que podría haber llegado si su labor se hubiera expandido de puertas hacia fuera; quizá una gran bailarina de danzas populares, o maestra de confección el la Escuela de Artes, o psicóloga, que sin tener el gusto de conocer a Freud, Piaget o a los conductistas, psicoanalistas y demás pirados, ella tiene el don de mirar a los ojos y saber en qué nivel espiritual te encuentras... ¿Existe unos honorarios justos a tanto trabajo, dedicación y esfuerzo intramuros?

Esta noche volveré a soñar, y no soñaré con campos de concentración de paradas, ni con montañas de ilusiones en crematorios, ni dictadores, ni con desigualdades, injusticias ni con frustraciones varias y humanas.
Soñaré con mujeres que salen de las sombras de la historia, abuelas con monolitos en sus casa que cuidan ahora de sus nietos, con el polluelo que no tendrá que elegir entre trabajar fuera de casa y ser mamá, con mi hermana y por su vuelta del exilio laboral...me despertaré contenta.

Y sobre todo soñaré con mi madre vestida con el traje regional, bailando en un teatro repleto de gente...