martes, 27 de enero de 2015

Suertes Varias (III)


Todos los jueves, después de comer mi tupper , me dirijo a la administración de loterías de la calle Zurbano para echar la primitiva y mientras  relleno las 6 casillas empiezo a fantasear. ¿Qué haría si me tocara el bote de esta semana…? Por orden cronológico creo que haría algo así.

1.       Volver a mi trabajo a las 15:00 en punto. Hablar con mi jefe, darle un abrazo de osete, agradecerle por todo y de corazón y decirle que si necesitan cualquier cosa, pues que ya conmigo no cuenten. A no ser que sea para un sarao o algo así.
2.       Llamar a mi familia y amigos más cercanos para ir preparando un buen fiestón.
3.       Acto seguido pillarme una buena “tajá” en buena compañía. Que ya sabe “Celebrar es de sabios”.
4.       Cuando se me haya pasado el chispazo, empezar a buscar a un buen gestor y a un buen psicólogo para evitar que me vaya mucho la cabeza.
5.       Liberar a mis hermanas de esa cárcel de la modernidad llamada Hipoteca y así puedan ser más libres.
6.       Contratar un crucero para irme con toda mi familia. Y hacer la conga con ellos todas las noches.
7.       A mis padres todo lo que quieran porque no hay dinero ni nada en el mundo que pueda compensar todo lo que ellos me han dado.
8.       Me encantaría construir una residencia para ancianos sin recursos ni familia. Y contrataría a la mejor gente para que los cuidara.
9.       Me compraría siempre jamones de pata negra. Porque es que me gusta muchísimo.
10.   Y creo que seguiría viviendo en mi piso alquilado porque tener cosas propias me da mucho vértigo.
11. A mis mejores amigos les regalaría viajes, o masters, cenorras… o cosas así que son las que más felices hacen. Que nadie me pida cosas ostentosas, que no me gustan ni me van a gustar jamás.
12.   Seguiría aprendiendo. Haciendo mil cursos de fotografía, de escritura, intentaría ver todo ese mundo que veo tan imposible conocer. E intentaría seguir siendo viajera, y no turista.
13.   Me compraría un olivar en Génave para arraigarme aún más a la vida y a  las cosas que son  de verdad.Tendría gallinas y hasta hijos, lo mismo muchos. Los que la naturaleza me otorgue en tiempo. 
14. O lo mismo no hago nada de esto y desaparezco tipo  El Dioni.

¿Pero y qué pasaría con la manera que tengo de ver la vida? Seguro que cambiaría, que dejaríamos de valorar las cosas pequeñas como un viaje que preparas durante meses y que disfrutas cada segundo. O salir a cenar a un sitio chulo para conmemorar alguna fecha especial, o la felicidad que uno siente en día de fiesta... Creo que el dinero  en exceso se puede cargar la magia de la vida, o al menos lo que yo considero magia.
Que seré toda la vida una currante mileurista, con trabajos inestables, viviendo en pisos de alquiler, sin coche ni carné y sin conocer lo que es una libreta ahorro.   Pero si hay sueños es porque quedan tantas cosas por hacer siempre, que al final es el motor que te empuja a seguir viviendo. Porque para mí, no hay  suerte más grande que tener vida  y además vivirla.









martes, 20 de enero de 2015

Paco Roca. El Hombre en Pijama.

¿Por qué Paco Roca?








1)      Porque es un ARTISTA que además de contar historias, las dibuja magistralmente. Doble mérito.
2)      Porque es hijo de electricista.
3)      Porque creció con Mortadelo y Filemón y con Tintín, siendo este último el que le hizo amar la aventura y el cómic.
4)      Porque le han puesto una calle, como a todo grande, en Getafe, eso sí…
5)      Porque se ha paseado por las radios de su comunidad, la Valenciana,  con su Tertulia Friki .
6)      Por sus Memorias de un hombre en Pijama.  
7)      Porque no tiene vergüenza en aceptar a que a sus 45 tacos, su madre le sigue llenando tuppers.
8)      Porque ha ganado un Goya y lo peta en los salones de cómic de medio mundo.
9)      Por dibujarse a sí mismo con los ojos saltones.







10)   Pero sobre todo, por atreverse con un tema tan peliagudo como necesario como es LA VEJEZ.
11)   Porque parece un tío supermajete y ver sus obras dibujan una sonrisilla en todo aquel que las contemplan.
12)   Por Arrugas. Por Arrugas. Y  por Arrugas mil veces. 




Fundación Telefónica hasta el 15/02/2015. Madrid. Entrada Gratuíta.




lunes, 12 de enero de 2015

Reflexiones de un gato obeso.


Me llamo Chicho, soy un gato viejuno de 12 años. Y soy obeso. No porque me flipe el pienso de buey,las gambas y los donettes, que me flipan. Soy obeso porque mis dueños tuvieron la desvergüenza de caparme privándome así de cualquier placer gatuno. No conozco hembra y eso me ha hecho ser así, un gato a medio hacer. Un gato-perro, como me dicen en casa, porque por lo visto, cuando era pequeño, me tiraban una bola de papel albal y yo corría para atraparla con mis blancos incisivos y luego devolverla al individuo en cuestión , cosa dicen que hacen mis colegas los canes.
Vivo bien, aunque tengo una hernia por el sobrepeso. Como gambas cuando ellos tienen algo que celebrar, me cepillan el pelaje este tan bonito que tengo, me dejan meterme debajo del brasero cuando arrecía el frío, sin saber que un día puedo salir ardiendo tipo bólido.
Mi familia dice que no soy un gato normal, quizá porque mi madre Chicha, que en paz descanse, no pudo darme teta y fueron ellos los que se encargaron de alimentarme a través de una jeringuilla de leche de veterinario.  Eso me habrá hecho ser un gato bueno, no se bufar, lo he intentado enfrentándome a perros vecinos, a gatos de bandas callejeras, juguetes rotos del duro mundo gatuno…pero nada, no hay manera. Por cierto, de mi padre no se sabe mucho, creemos que era negro y gitano, que perdió un ojo en una reyerta gatuna, y que en cuanto vio a mi madre, ( que era bien guapa)  en una de sus escapadas, el flechazo fue mutuo, del idilio salimos 5 gatillos, fui el único superviviente…

He sufrido poco en la vida, no he tenido que marcar territorio porque tengo un patio lleno de macetas con flores para mí solito.  En verano cazo alguna lagartijilla, aunque el arte de la caza tampoco sea lo mío. En realidad lo hago por hobbie.
Pero estoy mayor, duermo mucho y ahora, los pequeños de la casa, que son 4, me putean constantemente. Se suben encima, me tiran del rabo, me persiguen sin parar los pequeños maderfuckers, pero sé que no saben lo que hacen, no como sus abuelos cuando decidieron quitarme las pelotillas sin miramientos.

Yo el mundo humano, lo veo a través de la ventana. Conozco a los vecinos, al panadero, y al cartero. Luego a un rumana que siempre viene de vez en cuando a por un litro de leche. Además, los turistas cuando pasan por mi casa y me ven todo gallardo, desenfundan sus cámaras y me hacen fotos a la vez qué exclaman: ¡Dios Santo qué gataco! Y es que alguno de ellos no se ha visto…. Yo poso con mi lado bueno. Soy  consciente de mi encanto, y me aprovecho, me dejo acariciar y me gusta pensar que soy un gato famosete.

Voy  un poco a mi bola, eso sí es de gato normal. Pero me gusta mi familia, me gusta verlos en sus idas y venidas, como cocinan, como discuten, como se quieren los frikis  y se echan de menos. Me gusta ser gato, darle bocaetes a la abuela en las piernas cuando no lleva medias. Me gusta ponerme panza arriba, para que el abuelo me haga cucamonas con su zapatilla de estar en casa. 

Quiero decirle a mi familia, que aunque no lo demuestre mucho, yo los quiero y me gustaría  pedirles perdón por la vez que pinché una piscinilla de plástico a estrenar porque me dio una pataleta de gato malcriado. Perdón por la cantidad de pelos que suelto.  Por las gambas que he robado a traición y por las macetas que me he cargado. Quiero decirles, que ya les he perdonado, por lo de quitarme mi virilidad y haberme privado de una juventud salvaje y loca,  y por reírse de mí cuando me tunean al ponerme pajaritas en el pescuezo , que a pesar de todo eso, de ser u  gato a medio hacer, herniado y virgen ,estoy orgulloso de llamarme D. Chicho García Díaz.





jueves, 8 de enero de 2015

No era de este planeta



Martín siempre ha sido diferente al resto de la gente. De pequeño, solía escaparse de casa para ir a la residencia de ancianos de su barrio en el Sur de Alpha Librae. Su madre un día, intrigada, decidió seguirle en una de esas escapadas. Esperó pacientemente durante las dos horas que Martin permaneció dentro de la Residencia. ¿Qué haría su hijo, un niño de 7 años, en un mundo hermético de veteranos? Al salir, Martín se ajustó sus enormes gafas y mientras miraba a ambos lados de la carretera para cruzar la avenida, (tal y como le había dicho tantas veces su madre) se ponía torpemente el abrigo que le habían regalado para su cumpleaños. Ella no llegó a averiguar nunca  qué había hecho el pequeño durante todo ese rato y durante tantas tardes…

Martín era miope, buenísimo en matemáticas, un poco patoso jugando al fútbol y montando en bicicleta. Le gustaba leer los cómics que su hermano mayor le prestaba mediante la ceremonia propia de cesión de privilegios otorgados por el Rey feudal a sus vasallos.  Escapaba del mundo a través de las viñetas de Luc Orient y se sentía cómodo invadido por alienígenas mientras imaginaba un mundo mejor en los dibujos de Eddy Pappe. Era el raro de la familia, el raro de la clase, el raro de un mundo más raro todavía…

Pasaron los años y Martín creció atrapado en libros, cómics y discos de jazz que un viejo de la residencia, al que siempre visitaba los domingos, le dejó cuando murió. Creció con el amor de sus padres, con buenos valores, siempre tuvo pocos pero buenos amigos. Era amable, listo como nadie. Tenía un sentido del humor tan fino, que pocos eran los afortunados de tener una mente tan suspicaz de entender al joven Martín.

Tenía buen corazón, era sensato, respetuoso y educado. Podría haber sido lo que quisiera, destacar en todo lo que se hubiera propuesto. Pero decidió vivir en el lado lúcido de la vida, ser un tipo tranquilo, dar amor sin esperar demasiado. En esta vida de locos, donde todos están locos menos él,  Martín podría ser un perdedor.

Lo que nunca podrá saber su madre, es que su pequeño de corazón inmenso, siempre había sido un soñador, y que cuando se escapaba de casa para ir a la Residencia a visitar a los abuelos, el niño sabía que la soledad era el dolor más grande que podía sentir el ser humano. Enseñaba los cómics que le regalaba su hermano a los abuelos, y por un momento les hacía volar entre platillos volantes y superhéroes espaciales . Se sentaba con ellos a ver las noticias. Les acompañaba a la hora de merendar mientras les contaba anécdotas del colegio. Les hacía olvidarse de la muerte por unas horas cada tarde.

Martín podría considerarse un perdedor en este mundo enfermo. Pero es que Martín no era de este planeta...