Era domingo y el cielo estaba gris, pero era un domingo sin resaca y eso había que aprovecharlo. Nos lanzamos a explorar los bares del barrio en busca de churros con chocolate. Paraguas en mano y un día por delante sin horarios. En la calle Carranza nos seduce una foto descolorida con unas porras y un café en vaso de caña. Es un bar de toda la vida. Con su camarero de toda la vida, muebles de toda la vida, sabores , olores de toda la vida y clientes de toda la vida. Esos son los bares que tanto nos gustan, con sus azulejos setenteros, sillas acolchadas, raciones de calamares y croquetas a 6 euros y sus cañas bien tiradas. El camarero es simpático, y conoce a cada cliente que entra para leer el periódico mientras toma un café. Nos sentimos bien, es familiar, y allí podemos tomarle el pulso al barrio y a sus vecinos mientras disfrutamos de los preciosas fachadas modernistas que se ven por la ventana, tan típicas de Chamberí.
Con la barriga llena y sin prisas decidimos atravesar Fuencarral con sus tiendas , colores y paseantes hasta llegar a la Fundación Telefónica. Un Edificio de mediados de los años 20 y que fue el más alto de Madrid hasta los 50 y así, seducidos por la exposición fotográfica que hoy alberga el edificio, decidimos entrar. Un grupo de jubilados hacen cola para subir en el ascensor por lo que optamos por subir por las escaleras. En la primera planta hay una exposición de la historia de las telecomunicaciones en España, teléfonos antiguos, aparatos, fotos de las chicas telefonistas de los años 60…me acuerdo de mi padre, telefonista jubilado y amante de su profesión. Siento emoción y respeto y pienso en que mi padre podría haber sido físico o actor de teatro o pastor… pero él ha sido feliz subido en escaleras uniendo cables, arreglando teléfonos, uniendo a las familias en las distancia en una España en blanco y negro.
Con las ganas de llevar a mis padres a ver la exposición, subimos otra planta. Nos asomamos por la ventana y disfrutamos de unas vistas increíbles de la Gran Vía, luce amable y tranquila, como una calle de pueblo en domingo…
Por fín llegamos a la exposición de Virxilio Viéitez, genial fotógrafo gallego. La sala es inmensa y está colmada de retratos en blanco y negro,retratos de gentes anónimas, llenas de alma, de tradición, paisanos con rostros con arrugas en la frente , expresiones curtidas por las largas jornadas al sol y por la dureza de los tiempos y la emigracón. Retratos de niños que orgullosos muestran sus juguetes, es como asomarse al pasado de un pueblo de la Galicia rural de los cincuenta hasta los 70. Llego a sentirme intimidada y fascinada por tantas miradas estáticas, y comenzamos a ver todas las fotos…
Me inunda una extraña emoción, nostalgia e incluso a veces me sorprendo riéndome contemplando alguna escena familiar, algunos tienen caras graciosas y empezamos a imaginarnos sus vidas y el día en el que le hicieron esa estampa. Me fascinan las fotografías de bautizos, comuniones, bodas…con sus mesas llenas de quintos de cervezas y pienso en lo sencillo y humilde que era todo entonces.
En los sesenta las vespas, los moños altos, las gafas de pasta y los jóvenes se divierten, ríen y charlan en los bares y pienso que hay cosas que afortunadamente nunca cambian, la luz llega a una Galicia que parece que renace…
Y con la década de los ochenta llega el color a las fotos, los peinados imposibles, las bodas de gemelas con idénticos vestidos, ahora el mar gallego brilla con toda su fuerza. Observo a los demás visitantes y los sorprendo sonriendo. En la enorme sala domina la nostalgia y la empatía con los recuerdos propios. Qué maravilla a través de los ojos un fotógrafo que llegó por casualidad, que supo hacernos testigos de su mundo a través de sus fondos de sábanas blancas.
Soy un flipailla, lo se, pero hay cosas que me emocionan muchísimo y sin avisar. Una vez más me reafirmo en mi pasión por el costumbrismo como modo de vida , por lo cotidiano, lo que no se pretende, lo que sale del alma sin avisar, como un domingo sin planes y sin prisas..
no words !!!!
ResponderEliminarY qué bonito el recuerdo a papá!
ResponderEliminarA su trabajo como telefonista
ResponderEliminarNo conocía este blog y ya he leido unos cuantos textos verdaderamente preciosos... felicidades. Sin duda, entre lo cotidiano también nos sorprende lo excepcional, como bien dices "lo que sale del alma sin avisar". Con tu permiso, me sumo al club de lectores de las soulchichadas.
ResponderEliminarjo, me hace mucha ilusión Alex, muchas gracias!
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