Ricardo y Marina, ajenos al decoro y lo substancial del mundo, no quieren salir de las faldas de sus respectivas mamás cuando éstas se encuentran en la puerta del colegio.
Sus mamás, en cambio, se muestran habladoras, seguras como estatuas clásicas, mostrando la autoridad que en este mundo se otorga al haber contribuido arrojando a este planeta de locos a un buen ramillete de infantes.
Hablan y hablan sobre temas del barrio, sus trabajos, la política, sus maridos, el cole, las comidas, el médico... Ellos siguen escondidos, pero no apartan sus enormes e inocentes ojos el uno del otro. No les interesa lo más mínimo las pamplinas de mayores, se siguen mirando hasta que Marina vence al silencio y le dice a Ricardo:
- ¿Sabes que nacen 300 niños por minuto, que son 18.000 por hora y casi 400.000 por día?
Ricardo abre aún más los ojos como intentando comprender la magnitud del dato hasta que suspira, deja caer sus pequeños brazos con inmenso alivio y responde:
- Ufff, no sabes lo tranquilo que me quedo...
Y ambos se miraron con una sonrisa interminable, se soltaron de las faldas de sus madres y comprendieron que a partir de ahora y ya, para toda la vida, podían ser niños de verdad.
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