Hace unos años
vi “La Genou de Claire” de 1970 y
recuerdo salir fascinada del mítico cineclub de la Universidad de Granada, por
la estética y por el lago donde se había rodado. Se me había olvidado esa película casi
por completo hasta que ahora, 10 años después, decidimos ver qué se cocía por el trozo de mundo fracosuizo. Nunca imaginé
que por casualidad, recordaría en un inolvidable paseo en barco por el Lago Annecy, esos paisajes
que casi había olvidado y donde Eric Rohmer decidió homenajear a Gaugin y su
mundo de luz y color.
Instalaríamos
nuestro campamento base al otro lado de la frontera, en Francia, un precioso
apartamento que sería testigo de nuestra derrota, en calidad de turistas, cada día
al atardecer y ¡hasta de nuestra proclamación como campeones de liga!
Empezamos
en Ginebra. De
Ginebra me quedo con su cementerio y su Parc des Bastions, un romántico parque
tan especial como los habitantes que llevan descansando allí desde hace siglos.
También con su casco viejo, impregnado por la Reforma, lleno de fuentes floreadas y su tranquilidad
de pueblo.
Annecy
Annecy
Al
día siguiente, cogimos un tren a Annecy ( FR) un pueblo de La Alta Saboya
que soñaba con conocer desde que lo vi en una vieja guía de viajes. Annecy es
medieval, coronado por palacios y su castillo y que se nutre de numerosos
canales adornados por flores y edificios tintados de colores fuertes. Annecy se
abre al Lago que lleva su nombre, el mismo donde rodó el director francés y que
quisimos conocer a través de un crucerillo en barco (siempre hay que hacer alguna
turistada). El viaje en barco por el lago fue muy especial, ahí es donde me
acordé de esa película! Acompañados por un grupo de teenagers desbocados,
conseguimos entender tanta belleza junta, la de un lago con agua azul cielo en
contraste con el verde de las montañas y humanizado levemente con Castillos en
isletas y edificios de la Belle Epoque donde el corazón utópico de la pobre Clara
buscaba consuelo en las tardes de verano…
Lago Annecy
Tras
reponer fuerzas con dos crepes de chocolate, nos disponíamos a coger el tren de
vuelta, ahí en ese viaje de regreso, es cuando decidí que me encantaría ser una
vaca y con ese pensamiento bucólico me fui rendida a la cama…
Amanece
de nuevo, y ¡hoy vamos a conocer un poco más Suiza! Algunos de los pueblos que
bordean en Lago Léman, concretamente.. Sacamos un billete de tren que unía dos
puntos del cantón de Vaud. De Ginebra a Montreux y durante ese trayecto fuimos
bajando en los pueblos que nos iba apeteciendo., así un poco a la aventurilla.
Lago Léman ( Montreaux)
A
través del ventanal del tren, íbamos viendo como las montañas se acercaban
majestuosas y nosotros cada vez más cerca del lago íbamos quedándonos sin palabras, nunca
habíamos visto nada tan bonito…
Fuimos
hasta Montreux, conocida por su festival de Jazz por sus hoteles de finales del
siglo XIX, y entre otras muchas cosas, por la privilegiada vista de los Alpes y
el Lago. Como siempre digo, una es muy flipá, pero allí frente al lago, sentí
mucha emoción imaginándome tiempos impregnados de optimismo,de búsqueda de la
belleza , placer y la elegancia de una burguesía que se empeñaba en brillar más
que la nieve de las cumbres alpinas.
Vivey |
Decidimos
seguir bordeando el lago hasta llegar a Vivey. El pueblo donde Chaplin decidió
esperara pasar a mejor vida , no me extraña, yo de allí al cielo
también! Nada más llegar había un mercadillo de comidas, olía a quesos y vino
así que decidimos comernos nuestras viandas en algún punto del lago. Nuestra
ensaladica de arroz y bocadillete de salchichón, mirando esa parte del lago podríamos habernos quedado media vida, pero el tiempo pasaba y las ganas
de seguir descubriendo iban en aumento. Recorrimos su casco viejo y sin
palabras nos
quedamos recorriendo sus calles llenas de flores, pinturas, cafés y tiendas de decoración
de los años cincuenta….
¡¡Vamos al pueblecillo de los viñedos! Dijimos cogiendo la mochila y la cámara de fotos y bajarnos en Sanit Shaphorin, pueblecito de ensueño, la joya de Lavaux y patrimonio de la humanidad. Sus calles estrechas no pueden evitarer la luz cegadora de los alpes. Allí nos tomamos un café entre viñedos y como no, de cara al lago.
Saint.-Saphorin |
Este ha sido nuestro viaje. Nos quedamos con el encanto natural de Suiza, con su luz, una luz intensa y blanca, con la alegría de sus casas, las flores, los lagos, las vacas que pastan felices, los canales de Annecy, la historia y el vino de Saint Saphorin, el Lago Leman .
, el Lago de Annecy, la Nouvelle Vague,
la Belle Epoque, sus palacios y castillos, y con Clara y sus amores de verano......