lunes, 6 de mayo de 2013

En otra vida...

Siempre he creído que en una vida anterior he sido portuguesa, y cada vez que vuelvo a Lisboa lo tengo más claro. Hay muchas ciudades en el mundo increíbles, bonitas, con encanto… pero para mí hay una que tiene algo indescriptible, que se escapa a lo racional y objetivo, que me emociona sin parar desde la primera vez que la visité. ..¿ Por qué me gusta tanto Lisboa?

Pues por numerosas razones! Lisboa es una mujer guapísima, que siempre ha vivido de espaldas a todo lo terrenal, que no es consciente de su belleza y eso la hace más grande si cabe…Esa es la razón principal, es una ciudad que reúne todo lo que más admiro y me gusta en esta vida.

Para empezar me quedo con su sencillez porque asomándote a cualquier balcón de la ciudad no es difícil saber que ha tenido muchísimo esplendor, que lleva a sus espaldas siglos de historia, de descubrimientos, de expansión…pero también de decadencia de terremotos, de ser una ciudad que vive de espaldas al resto del mundo pero de cara al océano…y es esa mezcla la que la hace única, luminosa a rabiar, viva y maravillosa.

Me fascina su arquitectura tan peculiar, con azulejos omnipresentes que salpican de mar y de azul sus viejas fachadas, las casas pintadas de colores y sus ropas tendidas en cada balcón, como símbolo y reclamo de su identidad propia.

Lisboa huele a mar, a sardinas, a café y a cocina casera, a vida de verdad, sin perfumes, sin alardes de nada. No es presuntuosa, es auténtica, seria y amable, es abierta, desaliñada, caótica con sus siete colinas que consiguen reconciliarse con la armonía una vez que llega al mar.

Lisboa es también café, tranvías, elevadores, caracoles, bacalao, iglesias, ruínas y revoluciones sosegadas. Es esperanza en los jóvenes que dan vigor al Barrio Alto, arte y poetas vivos desde las estatuas y los recuerdos.

Ir a la Alfama es para mí un rencuentro con lo esencial del ser humano, una dosis de realismo y humanidad. La Alfama me evoca infancia, verbenas, juegos en la calle, vecinos, tiendas y pequeños comercios donde se toma el pulso de la vida. Es una emoción constante, quiero quedarme allí para siempre!! Hacerme vieja y vivir con un gato mirando el mar, con lo estrictamente necesario y escuchar fados. Ayyyy los fados, esa manera de contar las historias a través de la melancolía y nostalgia, esa saudade que llevan los portugueses en su mirada, con sus silencios. Nada más oir los primeros acordes de la guitarra portuguesa que abre un fado siento una emoción propia indescriptible, me hace llorar, me pone los pelos de punta, me hace querer más a todo lo portugués.

Lisboa es guapa, muy guapa y eso ella no lo sabe y ojalá no lo llegue a saber nunca…




1 comentario: