miércoles, 8 de septiembre de 2010

Numidio Quadrato


Elegimos la ciudad eterna para celebrar tus 32 veranos y fuimos en busca de belleza, romanticismo y para quizá, intentar empaparnos de esa inmortalidad que ha hecho a Roma grande en el tiempo.
En el avión nos emocionamos como siempre, aunque mi repentino miedo a las alturas pone en duda que en un tiempo no muy lejano quise ser azafata de vuelo pero me tranquilizas durante el despegue y así puedo disfrutar de las espectaculares vistas de Córcega y Cerdeña desde las alturas, leemos la guía y nos preguntamos si nos dará tiempo a verlo todo, sabemos que no. El viaje es agradable y la ilusión crece conforme nos elevamos en el cielo. Aterrizamos y nos hace gracia el acento italiano, y los italianos en sí, se que los imitaremos sin parar…

Te preocupas por mi rodilla que parece una bota de vino y por ayudarme con la maletilla hasta llegar al hotel, que por cierto estaba en en el Bronx de Roma , en un barrio cerca de la Cinecitta , la Roma popular con vida propia, nos gustan los contrastes y era el hotel más bonito, barato y acogedor que vimos, por lo que los 15 minutos en metro sabíamos no nos pesarían en absoluto.

Nos recomiendan no parecer viajeros, pero es que no lo podemos evitar: cámara de fotos al cuello, blancos hasta ser raros, con los sombreretes para no quemarnos (que el médico sabes nos lo tiene prohibido) las chanclas, el planillo de Roma y las dos guías, el agua, la crema solar del 50… somos carne de cañón para carteristas y “menú turista”, pero no nos dejaremos engañar fácilmente.

Nos tiramos a sus calles sin miedo a nada. Roma sufre en agosto la invasión por parte de turistas rojos como salmonetes y sombreretes de paja venidos de todo el mundo, al parecer, de excursión a un huerto ecológico. Pero el Imperio contraataca con un 85% de humedad relativa y 35 grados a la sobra aunque la fortaleza del viajero es sobrenatural y puede con el cansancio, las temperaturas extremas, sed y las rozaduras de exploradores urbanos que somos.

Improvisamos y nos dejamos querer por sus múltiples posibilidades, recorremos las plazas con sus fuentes barrocas que nos invitan a descansar. Nos perdemos por sus calles decadentes salpicadas por infinitas trattorias que llenan de color y olor a comidas las viejas y mudas casas.

Descubrimos tiendas de segunda mano cerca del Campo Di Fiori y el olor rancio de sus vestidos y zapatos hacen que pensemos que Roma siempre ha sido alegre y bella. Nos emocionamos en cada pequeña plaza tímidamente iluminada bajo la luna casi llena, con cada pedazo de historia elegantemente derribado en los caminos de Roma y nos fascinará como conviven los tiempos en forma de arte y belleza.

Pero recordaremos siempre los anocheceres en el Foro, donde nos daba por filosofear y tomar conciencia de los pequeños que somos antes tanta gloria presente y pasada. Nos sobrecogen las columnas huérfanas de la época de Constantino y nos imaginamos la Roma Republicana y hablamos de la belleza, política y libertad…hasta que el cuerpo vence al alma y nos llama a la mesa de manteles a cuadros rojos y blancos en cualquier esquina de Trastevere.

Correremos para subirnos al Tranvía desde las ruinas de Argentina para llegar a la plaza de Sta María del Trastevere y allí desfrutaremos de la Roma neorrealista de Visconti o Fellini. Veremos a los vecinos descamisados hablando en la calle hasta altas horas de la noche, las vespas aparcadas en las callejuelas y nos imaginamos recorriendo la ciudad en una de ellas, sonreiremos al paso de italianos aduladores, tomaremos un helado bajo la luz anaranjada de la bella Roma y querremos quedarnos allí para siempre…

Conoceremos la Roma cristiana, barroca, imperial, neorrealista, decadente y elegante a la vez, mil caras y un mismo hechizo. Me quedo con la promesa en una moneda de 20 céntimos, unas fotos, unos mejillones al vapor, un mercadillo de Portaportese en busca de viejos tesoros. Me quedo con tu cara en las ruinas, con las porciones de pizzas, los atardeceres, con la emoción en el Panteón , los cappuccinos en el desayuno , me quedo con Roma su caos armónico , calles sucias, autobuses gratuitos, escenas de películas antiguas y todo eso para siempre y contigo de la mano…

4 comentarios:

  1. Paola Crujidosdereloj9 de septiembre de 2010, 5:52

    jajajajaj, no conocía yo tu faceta esta tan romántica escribiendo. Muy a favor en lo de la " fuerza sobrenatural" de ser extranjero en otro país ; pase lo que pase ahí que sigues caminando con el deseo de abarcar todo lo que puedas durante el tiempo que estas en aquel lugar donde te conviertes en esponja y absorbes todo lo que te da tiempo a ver ; y te acompaño en el miedo a las alturas, yo más bien pánico hasta que definitamente aterrizo y casi que beso el suelo cd llego. Un beso guapa. Roma = amoR.
    Paola Crujidos.

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  2. Yo sigo creyendo en el amor gracias a gente como vosotros dos :)

    como me alegro de conocéos , besitos

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  3. Virginia Ruiz Sanchez9 de septiembre de 2010, 7:12

    Precioso Silvia.
    Me entran ganas de enamorarme otra vez...y yo me pregunto: ¿para eso hay que tener ganas?...me gusta como escribes.
    1 beso guapa

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  4. qué bonito de verdad, me encanta cómo relatas las cosas pequeñas que las conviertes en grandes.

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