La gente en Nueva York se mira. Eso fue de las primeras cosas que percibí nada más llegar al embarcarnos en la red de metro hasta llegar a nuestro hogar de Clinton Hill. Eso, y que nuestro barrio es chocolate puro negro, y que la humedad relativa nos iba a transportar una y otra vez a las míticas fotos de The Life del fotógrafo Vernon Merritt en aquel verano del 69. Y así fue…
¡Pues estamos en Nueva York! No sé por dónde empezar. Los adjetivos que me vienen cuando pienso en ella es sorprendente y mágica. Allá voy, nada nuevo bajo el sol, pero cuento nuestra experiencia y rinconcillos preferidos:
Bryant Park: El corazón del corazón de Manhattan, uno de los sitios más mágicos que he visto nunca. Un oasis con aire francés que da tregua y luz a los reflejos de los rascacielos del Midtown y descanso a los paseantes, turistas y trabajadores en sus numerosas mesitas verdes de metal y coloridos rosales. Al lado florece también la New York Public Library, donde además de perderte en libros e historia, te vendrán imágenes de Bill Murray y Dan Aycroyd 'cazafantasmeando' allá por mediados de los 80s.
Bryant Park |
Nolita: También en Manhattan, entre Chinatowm, Little Italy, Soho, Tribeca y East Village. Nolita (acrónimo de North Little Italy) resurge llena de magia con sus preciosos cafés y pequeñas tiendas puestas con excepcional mimo. No te cansas de pasear por sus calles llenas de vida. En Nolita encontramos un parque que aun siendo pequeñito, es extraordinario por su belleza. Es el Elizabeth St Garden, entre Prince St y Spring St. Conservado gracias al trabajo de los vecinos, este singular trozo de tierra combina huerto, maceteros gigantes llenos de vida silvestre, antigüedades y obras de arte que te dejarán pasmado un rato mientras los lugareños toman despreocupadamente el sol.
Nolita |
Chelsea: Pasear por su parque urbano Higt Park Elevated bajo la lluvia de Manhattan al atardecer es algo para recordar siempre. Construido sobre una antigua línea de trenes, puedes caminar por encima de las galerías de Chelsea y mirar el Empire State como el marinero que no puede dejar de mirar el faro que le llevará de regreso a casa desde el mar. Y si después de llegar a tierra, te apetece tomarte una copilla contemplando Manhattan a tus pies, Le Bain at The Standard es una terraza abierta al río Hudson y al corazón de la ciudad sin contemplaciones. Baile, una piscina al lado de la pista, gente de todo tipo y de todo color danzando hipnotizados por una de las mejores vistas que hemos disfrutado en nuestras vidas. Es posible que te quedes un poco muñeco de la impresión, pero aunque no dejará de fascinarte lo que te rodea, se te irá pasando el efecto conforme la noche vaya abriéndose paso entre las luces de los coches y de la ciudad.
Higt Park Elevated |
Empire State desde Higt Park Elevated |
East Village: Contracultura, nocturnidad eterna en los 70s y Pop Art. Todo son referencias en este barrio lleno de cafés, floristerías, bares oscuros y tiendas de discos como A-1 Record Shop (http://www.a1recordshop.com/location/4574961130) con maravillas en sus cubetas a 2$ la pieza. Testigo adulterado del nacimiento del punk, ha sucumbido al paso del tiempo y las modas comerciales, siendo un claro ejemplo el mítico CGCB, en el Lower East Side, tristemente reconvertido en tienda de ropa. Andy Warhol o Kerouac hicieron de esta parte de Manhattan su hogar y su nido artístico y eso sigue rezumando en cada calle y cada local de esta pequeña villa al este de la Gran Manzana.
A-1 Record Shop |
Greenwich Village: En el Westside de Manhattan, otro barrio que nos encantó con sus casas majestuosas con aires holandeses e ingleses. Su esencia desprende todavía correrías de la generación Beat y tolerancia con la que apoyaron el movimiento gay tras los disturbios de Stonewall. Parques llenos de flores de todos los colores, el más popular Washington Square Park que yace sobre 20.000 cuerpos que aguantan en silencio en peso de la gran manzana.
Washington Square Park |
Harlem: Queríamos asistir a una misa en Harlem, así que madrugamos y nos metimos en la primera iglesia que encontramos abierta. La mayoría de los asistentes eran negros, de todas las edades y muy elegantes en sus vestimentas y liturgias. Mucha emoción entre las voces del coro al cielo, manos unidas y aleluyas. Toda una experiencia cultural y emocional difícil de olvidar.
Pisar las estrellas de los genios que pasaron por el teatro Apollo a los que tanto admiramos, mientras tomamos un café helado y contemplamos a los negros más viejos en su lento caminar con una elegancia y aura maravillosas, son las otras cosas por las que siempre querríamos volver al uptown, a Harlem.
Brooklyn: De este barrio inmenso me quedo con todo lo que han podido ver mis ojos y pisar mis pies. Desde nuestro hogar en Clinton Hill, con casas preciosas, homogéneas a la vista y al corazón y custodiadas por vecinos sentados en sillas de playa que charlan animadamente para luchar contra el calor, hasta Park Slope con su nostálgica belleza clásica y sus calles llenas de vida de luz y color.
Por supuesto también con Williamsburg, barrio de jóvenes para jóvenes. Con su flea market con vistas a Manhattan, lleno de sabores, olores y de arte hecho con las manos de los jóvenes newyorkinos. Recomiendo hacer el brunch o tomar un café en el Wythe Hotel, una antigua fábrica reconvertida en un hotel lleno de magia. En cualquier momento te puedes encontrar con una sorpresa increíble. En nuestro caso nos encontramos como un regalo, con un concierto al atardecer del mítico grupo de pop Luna, dentro del festival Northside, que en junio toma las calles del barrio para llenarlas de música, arte y vida.
Wythe Hotel |
Williamsburg |
Para terminar este breve recorrido por Brooklyn, no hay que perderse por nada del mundo un paseo al atardecer por Dumbo y Brooklyn Heights Promenade. No tengo muchas palabras para describirlo, la verdad. Lo único que diré es que es tan familiar, tan cercano gracias al cine (sobre todo a Woody Allen), que querrás quedarte allí para siempre viendo cómo se van encendiendo las luces de los rascacielos, de los restaurantes y de las canchas de baloncesto. Justo debajo del puente de Brooklyn, como un festival para los sentidos, está el River Café, el restaurante con vistas inolvidables, miles de bombillas de colores que me recuerdan a una verbena de pueblo
y ese olor a jazmín y rosas que eran el marco perfecto para una de las imágenes más excepcionales que guardaremos en nuestras vidas.
Puente de Manhattan desde Dumbo |
Ésta es mi humilde reseña de la primera vez que he ido a Nueva York. Ciudad viva como ninguna, amable, diversa, tolerante, cultural y sorprendente. Para concluir, no quiero olvidar el viaje en ferry hasta Staten Island también al atardecer, para saludar a la Estatua de la Libertad dorada por la caída del sol. Ni dejar de recomendar ir a Wall Street y vivir el pulso del downtown mientras saboreas un delicioso plato jamaicano de los números puestos ambulantes, ni dejar de pasear por Broadway, el Soho, atravesar sus puentes, vivir sus calles, subir a la cima en el Rockefeller Center y sentirte pequeño ante tanta inmensidad. Abrirte a los sabores del mundo, disfrutar de los espacios públicos en comunidad y dejarte sorprender en cada rincón.
Nueva York es amable, la gente se mira y sonríe…
Top of the Rock. Rockefeller Center |
Atarceder |